Capítulo 8 La
Fiesta de sangre
Desperté en mi cama gracias a la estruendosa alarma
que tenía mi reloj despertador ubicado en la mesita de noche junto a mi cama.
Me dolía la cabeza, sentía como si tuviera una fuerte resaca; además tenía
mucha hambre así que me levante.
Me senté en la orilla de mi cama y note que aun tenía
puesta la ropa que había usado en la noche. Mire la hora y eran ya las diez y
treinta minutos de la mañana. Pensaba que todo había sido un terrible sueño, pero
despertar aun con la ropa que traía puesta anoche era prueba de lo real que
todo había sido.
Me puse de pie y abrí las cortinas y el sol me dio de
lleno en la cara y tuve que apartarme para que no me molestara tanto. Luego me
acerque a la puerta de mi habitación, la abrí y lo que vi no era parte de mi
casa. Un pasillo alfombrado en color carmesí con cuadros que no reconocía,
además de que era un pasillo muy largo, cuando en mi casa el pasillo era de
unos pocos metros que daban a la cocina.
Miré el suelo y vi que a mis pies había un sobre que dentro tenía una carta la cual leí enseguida.
Miré el suelo y vi que a mis pies había un sobre que dentro tenía una carta la cual leí enseguida.
“Buenos días o tardes.
Ruego me perdones estimado Josué, me tomé la libertad de replicar tu
habitación en su totalidad en mi mansión para protegerte. Espero no te sea
del todo molesto. Me lo ha solicitado
Milena por si te asalta la duda.
Junto a tu cama, en tu mesita
de luz (si, también la saqué) dejé el comunicador por si necesitas algo para
que nuestro mayordomo te ayude. Tenemos de todo así que no te preocupes y
siéntete como en tu casa.
PD: también me traje todo
tu guardarropa, si quieres ir a trabajar lo puedes hacer. Le dije al
mayordomo que te lleve aunque tu auto también está en mi casa, bueno uno que
yo te compre de regalo ya que del edificio donde vives no me dejaron sacar tu
auto.”.
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Cerré la puerta regresando a la habitación, estaba
sorprendido y algo asustado. Mire la habitación y si, era como la mía, el tamaño,
el mismo guardarropa, la habitación de baño, mis cuadros, ventanas, papel
mural, todo.
Me dirigí al baño y me di una ducha de treinta minutos y luego de secarme me vestí para ir a trabajar. Revise la hora, las once y cincuenta minutos, entonces tomé el comunicador y le pedí al mayordomo que viniera hasta la habitación. A los diez minutos llegó con la bandeja que tenía mi desayuno.
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