Capítulo 5
“quien no debería estar vivo, Gabriel”
Llegamos
a la dichosa dirección donde se supone estaba la mansión, nos bajamos de la
limusina y note que ya no estábamos en Santiago; una razón era que tardamos demasiado
en llegar, alrededor de cuarenta minutos y teniendo en cuenta que iba
conduciendo rápido. Pensé en mis posibilidades y solo me deje llevar. Enfoque mi
vista en la mansión, una edificación enorme y muy hermosa de patios
enverdecidos con hermosos y bien cuidados arbustos. Algunos árboles en la
entrada daban una agradable y hermosa
bienvenida.
Caroline bajo de la limusina y se
acerco al citófono y hablo un par de cosas y enseguida se abrieron las rejas de
entrada a los vehículos. Ella regreso a la limusina, entró y el chofer nos
llevo dentro del patio de la mansión con dirección al estacionamiento.
Luego de bajar del vehículo nos fuimos
por un camino de enredaderas que nos llevaba hasta la entrada de la mansión y
su encanto tan detallista. Caroline llamo a la puerta y enseguida se abrió saliendo a recibirnos el
mayordomo. Tanto Caroline como yo reverenciamos al mayordomo como cortesía y
saludo. Luego ella aviso que veníamos de parte de Milena y Michael y el hombre
nos dejo pasar.
En el interior se dejaba ver más belleza.
Un piso reluciente de rojo escarlata en el cual se podía uno reflejar un poco.
Frente a nosotros una enorme escalera que llevaba al segundo nivel de izquierda
a derecha. La escalera era alfombrada y estaba en el centro de la misma
perfectamente barnizada. Daba la
impresión de ser una mansión del tipo de las casas coloniales de siglos atrás.
A nuestra derecha y abierto de par en par estaba la entrada a un, a simple
vista, enorme salón que de seguro usaban para grandes reuniones y asuntos de
gran importancia. A nuestra izquierda varias puertas cerradas a salas que posiblemente
conoceríamos. En los muros había cuadros tanto de paisajes hermosamente
pintados como de personalidades de la historia mundial, así también como otros hombres
y mujeres que desconocí. No me atreví a preguntar quienes eran.
Había un cuadro, hasta arriba de las escaleras, de un hombre que se veía de pie erguido orgulloso de sí mismo. Bestia ropas militares de épocas pasadas y daba la impresión de ser el señor de la casa, el señor Michael que más tarde Milena se encargo de sacarme de dudas.
El mayordomo nos invito a pasar
pidiéndonos nuestros abrigos. Caroline traía uno puesto así que se lo entrego
mientras yo seguía maravillado de tanta belleza. Luego el hombre nos guió hasta
el despacho de Michael que estaba en una de las puertas a la izquierda de la
entrada. Tocó tres veces la puerta y una vez que llegamos la abrió
anunciándonos:
-Lo que el joven
estaba esperando ya ha llegado. La señorita Caroline con un acompañante.
-[una suave voz
se escucho decir] que pasen George, yo
me encargo del resto. Muchas gracias.
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Entramos y vimos sentado en una cómoda silla, de pies
sobre un finísimo mesón, a un joven de aparentes diesiocho años que sonreía con
propiedad.
-Pequeño Gabriel [dijo Caroline
adelantándose a las palabras del joven],
tu siempre estás en medio de los problemas de tu padre. Quizá un día lo maten
y vengan luego por ti por el asunto que tú ya sabes.
-No es tu
problema [dijo molesto pero recuperando la compostura enseguida], pero como
siempre eres bienvenida y es un agrado poder tenerte cerca en mi morada.
Jamás creí que vinieras tan pronto y sin tu señora cuidando tus espaldas.
-No he venido a aceptar tu estúpida oferta
si es lo que crees. Vengo por asuntos de Milena y tu creador.
-No puedes negar
que juntos lo pasábamos bien. Y por Michael, el no está, está en el hotel,
asumo por nuestro asunto.
-Ya todo el concilio sabe que estas acá
escondido y que has salido a cazar en contra de las leyes que te ha impuesto
Michael. El juró protegerte por mucho tiempo y sabes porque has estado ahí,
que tu vida depende de él.
-Ahora recitaras
de memoria las leyes de los vampiros y me dirás cuanta suerte tengo de tener
a un Sire tan bondadoso como Michael. No repitas las basuras del consejo en
mi presencia, las conozco muy bien.
-…este tema me aburre, solo he venido
por asuntos de Milena. De otra forma me hubiese quedado en casa evitando ver
tu hermoso rostro engreído.
-Se que me amas pero no toleras mi forma de ver al mundo. -Dime ¿Por qué discuto contigo cuando debería estar atendiendo otros asuntos mientras llegan nuestros señores? -El no está ¿Qué quieres que haga? Podría hacer tu vida más llevadera si te portas bien conmigo. -Vengo acompañada de un amigo de Milena y le debo respeto, mucho más del que te tengo a ti, pequeño engreído. |
Escuché atento la discusión entre ellos como si yo no
estuviera ahí, a ratos mirando mi reloj de muñeca que marcaba las doce
cincuenta de la noche.
Pero cuando ella me mencionó, el muchacho me busco con
la mirada y me vio como si fuera un pedazo de carne recién servido. Me sentí
tan incomodo que cual un niño me escondí atras de Caroline.
-Tranquilo [me dijo ella
consolándome] Gabriel ladra fuerte
pero es muy cobarde para morder.
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