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jueves, 7 de mayo de 2015

cap 4 miedo y encierro

Capítulo 4 “miedo y encierro”

            Pasaron dos semanas desde aquella noche. Nadie vino a mi casa, no había nota o aviso alguno, no había mensajes de correos electrónicos o mensajes de celular, nada de eso. Ya veía de donde Caroline tenía la costumbre de desaparecer; todo venia de Milena.

         Mi vida volvía a ser la monotonía de siempre y sin ellas no había otra cosa que el trabajo y mi apartamento. A veces pensaba que podría ser mejor ser el acompañante  de Milena, así no estaría tan aburrido de la vida.

         Comencé a escribir cada cosa que me ocurría a modo de diario de vida para ver que era aquello que podía agradarle de mí o no a Milena.  Quería saber porque me había elegido existiendo tanto joven conocedor de arte y mucho mejor que yo incluso, que llegan a ser grandes eruditos. ¿Qué era lo que me hacia tan especial para ella?.
         Las dos semanas siguientes tampoco aparecieron y para entonces tenía casi terminado el cuaderno de lo que actualmente era mi vida. También investigue a ciertos grandes conocedores de arte en todos sus aspectos y como todos ellos, teníamos en común el gusto por la soledad de vez en cuando, el gusto por el arte en todas sus expresiones. Pero de entre todo lo que investigue y lo que escribí de mí, nada era indicio de porqué yo. Necesitaba las respuestas.

Una noche, cuando eran alrededor de las nueve de la noche, sonó el teléfono  del apartamento, era un aviso del conserje:

-Señor, dos jovencitas dicen conocerlo y desean saber si les permite subir a su piso.
-¿Cómo son ellas, como se ven George?
-Una de ellas mide aproximadamente un metro cincuenta, parece que tiene unos veinte años pero su mirada indica más edad. La otra es un par de centímetros más alta, de buen vestir y tiene aproximadamente veinticinco años o veintiséis.
-Son ellas [dije pensando en voz alta], déjelas subir, muchas gracias.

         Colgué el teléfono y espere un par de minutos. Aun cuando no deseaba verlas después del tiempo que paso, aun guardaba un pequeño deseo de preguntarles acerca de muchas cosas. Los elevadores eran veloces pero extrañamente estos se demoraban más de lo habitual y eso me ponía nervioso, no subía, o lo hacían pero tardaban. Me puse de pie frente a la puerta de acceso del elevador esperando con los brazos cruzados..... 

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